Las repercusiones del fallo que absolviera a Analía Schwartz de los delitos de abuso sexual infantil que se le imputaban no se hicieron esperar, y las redes sociales se llenaron de comentarios que festejaban la decisión del Tribunal Oral en lo Criminal 1. Cientos de lectores que juraban conocer a la maestra y que, al parecerles una buena persona, sería entonces incapaz de abusar de nadie, la saludaban en las páginas que los portales de la ciudad destinan a la opinión de los lectores. Esos mismos ámbitos reflejaron la alegría de la docente, cuyas cuentas falsas de Facebook que el tribunal no logró descubrir, no tardaron en opinar sobre el cuestionado fallo y felicitar a la abogada de Schwartz, Patricia Perelló, a la que algunos calificaron como "la Caruso Lombardi" del derecho. Al parecer, todo fue un error, y los niños, abusados y sufrientes, cuando son interrogados muchas veces sobre un tema, repiten ese comportamiento por el cual no contestan cualquier cosa, sino aquello que perjudique a quienes tienen la responsabilidad de cuidarlos y guardarlos. En el fallo, el tribunal recomendó a la Procuraduría General ante la Suprema Corte de Justicia provincial, la revisión de los criterios con los que se obtienen testimonios a partir de las cámaras Gesell. Los niños deberán conjurar su perversidad y admitir, por fin, que no han sido abusados, y sus padres, acaso los legítimos abusadores que se han puesto de acuerdo para mandarlos a una misma escuela y elegir pacientemente una culpable expiatoria, manifestar su arrepentimiento profundo ante un pueblo que defiende a la educación argentina de las acusaciones de abuso, pero que, cuando los docentes reclaman por sus derechos laborales, por no perder el poder adquisitivo de su salario, los transforma en aberrantes cómplices de la debacle republicana.
