Ante funcionarios municipales, personalidades de la ciudad y unos treinta grados de temperatura que lo obligó a guarecerse bajo una sombrilla, el intendente pronunció un discurso en el que culpó a todos los marplatenses por la disminución del turismo que tradicionalmente ha venido a la ciudad, zanjando definitivamente la discusión acerca de que los turistas no venían porque los empresarios aumentaban demasiado los precios. A continuación, el lord mayor llamó a volver a "los valores tradicionales del cristianismo, como tener sólo un pan para comer y esperar que con suerte y rezos, el agua de la canilla se transforme en vino". Tras entonar las estrofas del himno nacional, Arroyo destacó que "el Municipio es un gran barco", y que "Con un intendente llamado Arroyo y un obispo llamado Marino, seguramente nos va a tapar el agua pronto". Arroyo no explicó a qué valores deberían volver aquellos que no creen en Dios.
