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Toda la onda y juventud -casta- del Trimarchi |
Una consultora realizó un estudio durante este sábado entre los concurrentes al
Trimarchi, el tradicional evento que intenta mantener la autoestima del diseñador junior mostrándole como los diseñadores seniors alcanzan un triunfo que los juniors jamás lograrán, y con diversas actividades pagas y permitiéndoles vender sus serigrafías artesanales en los pasillos que rodean la muestra, los convencen de que alguna vez serán respetados diseñadores. Los encuestadores de la consultora realizaron a los participantes ciertas preguntas que les permitieron sacar algunas conclusiones que resultaron inquietantes. En tal sentido, el estudio logró determinar que este sábado, al menos entre las 15 y las 16 horas,
ningún participante del Trimarchi que estaba en el polideportivo había cogido jamás en su vida, ni tenía expectativas de hacerlo alguna vez. La investigación destaca que
"Sólo un tipo o una mina que nunca cogió, paga alegremente una fortuna por ir a un evento que termina financiando y difundiendo una industria que les es ajena, aunque les hacen creer que no lo es a través de charlas falsamente motivadoras y shows que no son más que una pirotecnia que intenta sostenerlos dentro de la actividad gráfica, para que sigan comprando boludeces en Gundy hasta que logren tener el coraje de decirle a sus familias que abandonarán todo para poner un local de recarga de tarjetas". De todas maneras, el estudio considera positivo
"en tanto evitador del suicidio colectivo" que aquellos jóvenes amantes del gorrito de lana, de los anteojos de marco grueso, del piercing labial o de lengua, de las zapatillas tipo
Topper, pero importadas, que sufren de acné eterno y creen que el diseño gráfico es hacer una foto sepiada, y aún aquellos estudiantes cuarentones para los que peinarse con una coleta es transgresor, encuentren algún tipo de aceptación social al ver a otros miles de jóvenes que transcurren la vida con la misma angustia existencial, mientras tratan de olvidar por un par de días el bullying y la ortodoncia hecha al pedo.
"Gracias al Trimarchi pude poner mi propio negocio", nos cuenta
Luna M., que vino desde
Buenos Aires "es de desayunos artesanales, pero al menos me da como para venir acá y sentir que sigo siendo diseñadora", nos dijo.
"El Trimarchi es buenísimo", nos cuenta el rosarino
Jonatán L.:
"en la época del año en que tu viejo empieza a darse cuenta de que tu vida es un fracaso, esto le refuerza la confianza para que te pague un año de carrera más", aseguró. El
Trimarchi transcurre este año su decimoquinta edición y una nutrida cantidad de bandas de música fingidamente experimental cumplen con la función de inducir a los jóvenes al sueño que les hace más creíbles las consignas optimistas, mientras que las pastillas de éxtasis consiguen hacerles conocer una mínima excitación sexual que por unos instantes los hacen sentir superando la etapa oral. El festival se transformó en la sensación anual del mundo del diseño y varias academias consideran como trabajo final de la carrera la presentación del ticket que acredita haber concurrido a una charla del
Trimarchi.
"Si total, después no consiguen laburo de todas maneras", se justifican los directores de esos establecimientos. Uno de los organizadores del festival asegura que
"En estos quince años ya acumulamos multitudes de fracasados que pagaron fortunas por ver charlas con diseñadores extranjeros que les contaban métodos de trabajo que jamás se verán en la Argentina, y cómo funciona una industria que jamás va a instalar una editorial en nuestro país ni les va a dar trabajo nunca, pero nunca", dice mientras enciende un habano con un billete de cien dólares.
"Cientos de vendedores de chipá, limpiadores de baños químicos, cobradores de peajes y cajeras de Vea han encontrado gracias a nosotros esa vocación con la que sobreviven hasta que se dan cuenta de que la vida se les pasó y le tienen que pedir a papá la tarjeta para financiar con el Ahora 12 la bala con la que obtendrán su mínima satisfacción final", dijo.
"Y aún así, nos agradecen".