Advierten que el acuartelamiento de la Policía puede desencadenar episodios tales como que si se la llama no concurra, que el ciudadano sufra robos, que circule droga y otras normalidades cotidianas

Mientras pasan las horas y la Policía de Mar del Plata continúa acuartelada reclamándole a la democracia la dignidad que su histórica actitud indigna nunca le reclamó a la dictadura, la vida intenta transcurrir dentro de la mayor normalidad para los marplatenses. Es así que, en nuestro diario devenir, vamos tomando conciencia de los riesgos a los que nos vemos expuestos por esta decisión de la fuerza. El sólo pensar que, ante un hecho delictivo, un ciudadano pueda llamar a la Policía, y que ésta no concurra, la impunidad que esta actitud de la fuerza genera en la sociedad, poniendo a cualquier marplatense a merced de delincuentes que pueden robarle en cualquier esquina sin que la Policía intervenga en el hecho, que se pueda comprar droga libremente sin ningún impedimento nos hace ver a las claras que esta situación se desmadró y que a todos nos ha alcanzado la pasmosa, la habitual, la insalvable y rutinaria normalidad cotidiana. Una alta fuente policial defendía la medida, pero era reticente en cuanto a la efectividad de la misma: "Corremos el riesgo de que en un par de días, con tanto personal acuartelado, bajen los índices delictivos y la gente advierta el engaño. Igualmente, creemos que con mesura, podemos seguir imponiendo el miedo y el rumor negativo para lograr lo que buscamos", nos dijo. De todos modos, creer que la dignidad es la libertad para ejercer el gatillo fácil no parece propio de una fuerza que merezca el respeto social, y que ya que pretenden dignidad, comiencen por sus voceros. La discusión por los salarios va a girar, entonces, en que la fuerza pueda imponer el criterio de que, entre un policía acuartelado y uno no acuartelado, hay alguna diferencia.