Con la llegada de la Navidad, la grey católica esperaba con cierta ansiedad los habituales mensajes papales de estas fechas. Benedicto XVI no sólo no los defraudó, sino que además hizo uso -o pretendió hacerlo- de su nuevo juguete comunicacional: su cuenta de Twitter. Por supuesto que si bien no hay confirmación al respecto, damos por cierto que no es el Papa en persona quien escribe estos mensajes. O si lo hace, es otro el encargado de publicarlo en la red. Fue así que minutos después de las cero horas de Roma, entre los habituales festejos, descorches y fuegos artificiales, desde la cuenta del pontífice se emitió un mensaje que resultó, para algunos católicos, confuso, y para otros, decididamente molesto. Sólo horas después el Vaticano eliminó el twitt y emitió un comunicado explicando que se trató de un "lamentable error que será investigado" y que por supuesto, no era ese el necesario mensaje de paz y reconciliación a enviar tras la Nochebuena. Fuentes allegadas a la oficina papal no desmintieron la versión que sostenía que el sacerdote encargado de postear el Twitt habría sufrido algunos efluvios etílicos y confundió los mensajes. Otros deslizaron la idea de que fue el mismo Ratzinger el que, envuelto en las alegrías del champagne, por error envió un mensaje que no correspondía a este momento. El Vaticano se disculpó por el error e invitó a los fieles a seguir creyendo en Dios mientras el Papa no desmienta oficialmente su existencia.
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